Con este golpe de estado, los futuristas tomaban el liderazgo de la cultura, desplazando a la oligarquía gobernante. Imponiendo un nuevo orden, basado en la libertad absoluta y en la humanidad como fuerza omnipotente. Este era el comienzo de la vanguardia como forma de vida, algo que, para cumplirse, necesitaba desterrar violentamente el pasado. Toda regla, todo estándar, toda limitación era no sólo dejada de lado, sino también hecha trizas deliberadamente. “No queremos ningún papel en él, el pasado, nosotros los jóvenes y fuertes Futuristas!”
Pero era de extrema necesidad crear un código artístico a seguir, alguna pauta que dé a entender a las jóvenes mentes creadoras cómo adherirse al movimiento. De esta forma la pintura, por ser quizás el arte con la mayor capacidad de transmitir los principios de este nuevo movimiento, recibió el primer escrito exclusivo, el Manifiesto Técnico de la Pintura Futurista . En él se explayaron aquellas características futurístas que la pintura (junto con la escultura) era la más indicada para representar. El objeto en sí, de ahora en adelante carecía de independencia. Se convertía en uno con sus alrededores, influenciaba y era influído por aquellos elementos y escenas con los que coexistía.
Las técnicas más utilizadas por estos artistas fueron el cubismo y el divisionismo, herramientas que les permitían expresar la compleja experiencia de una persona en el mundo moderno. La primera cumplía el rol de privar a cada objeto de su esencia individual, rebajando a todo elemento, sea de la índole que fuera, a un único nivel absoluto donde el todo coexistía con el todo. La segunda, volvía difusas las divisiones entre los objetos y su entorno, como ya se expresó previamente, unificando las formas en una vorágine de violencia indomable.
El universo lejos de ser estático, se convertía en una fuerza imparable en continuo movimiento. En un intento de visualizar y representar la realidad desde un punto de vista típico de la física relativista, la cuarta dimensión cobraba vida en las obras. Las líneas se volvían difusas al introducir el tiempo en una obra de arte. Todo cuanto existía era un continuo, dependiente del pasado y del futuro. La realidad era atravesada por la columna vertebral de la existencia, convirtiendo todo en meros procesos.
Giacomo Balla - Abstract speed + sound
Nada es trascendental en un universo veloz, ni los retratos ni los paisajes representan la realidad como verdaderamente es. Únicamente la velocidad misma tiene la capacidad de representar con fidelidad al mundo.
Esta carrera frenética hacia el fin, aquel fin en el que el hombre habiendo derrotado a la naturaleza se alce como la fuerza extrema del universo, era el centro de la obra futurista. Carecía de sentido perder el tiempo en retratos, escenas y paisajes cuando la omnipotencia era inexplicable a través de ellos. Era necesario recurrir a la furia y la destrucción, la velocidad y el vértigo, el esplendor absoluto.
La escultura estaba al borde de sufrir una revolución también. Algunos artistas, frustrados por las limitaciones del lienzo, sintieron la implacable necesidad de construir obras en las cuales darle volumen a los moviemientos y hacer que la velocidad cobre vida. Nacía asi el Manifiesto Técnico de la Escultura Futurista. De esta forma, la escultura dejaba de ser una representación física de un objeto, y pasaba a ser la expresión de una evolución, una transformación y una comunión entre ser y universo.
Umberto Boccioni - Unique Forms of Continuity in Space
Expresión absoluta del movimiento y el dinamismo. La figura fluye a través de su entorno, en una continuidad sintética que penetra en las contradicciones temporales del arte.
Aunque tardó en llegar, la participación del futurismo en la política resultó inevitable. El mismo Manifiesto original escondía en su seno una fuerte convicción moral, junto con una – se la podría llamar – extrema necesidad de implementarla. "Glorificaremos la guerra – única forma de higiene del mundo – el militarismo, patriotismo, el destructivo gesto de los dadores de paz, las bellas ideas por las cuales vale la pena morir, y el desprecio por la mujer." Fuertemente influenciados por sectores políticos extremistas, los futuristas veían y vivían el mundo al límite, un caos absoluto en el cual la destrucción era la herramienta preponderante. Intensamente patrióticos y beligerantes, estos artistas y filósofos no tardaron en generar un Manifiesto Político. En la época de preguerra, se los conocía por sus manifestaciones nacionalistas y anarquistas, destruyendo banderas austríacas debido a la presencia del imperio Austro-Húngaro en el norte italiano. La Primera Guerra Mundial encontró a los futuristas divididos en distintos grupos, consecuencia lógica de su radicalidad absoluta, difícilmente sostenible entre distintos individuos. Muchos de ellos zarparon hacia las trincheras para no volver jamás, y los que permanecieron se aislaron y enflaquecieron, hasta que su llama lentamente se extinguió.
Una ideología que se autoconsumió, vencida por la misma violencia que sus defensores concibieron. Ellos crearon una explosión sin precedentes, y la alimentaron al punto que se convirtió en humanamente inmanejable, sucumbiendo ellos mismos agotados por su peso. Su onda expansiva fue retomada a lo largo de la historia en diversos momentos y lugares, pero jamás con aquel mismo impulso demoledor, que hoy en día se mantiene vivo en su primer manifiesto, capaz de erizarle la piel a cualquiera que se atreva a leerlo. El futurismo está hoy en día detrás de cualquier arranque de vanguardia, de cualquier renovación artística y revolución filosófica. Respira aún, escondido entre el arte avant-garde, esperando que algún grupo de jóvenes le ofrenden sus almas como alimento, para regresar estruendosa a cambiar nuestras vidas para siempre, una vez más.
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