28 noviembre, 2009

Olivier Messiaen - Quatuor pour la Fin du Temps

Olivier Messiaen fue un compositor, organista y ornitólogo francés del siglo pasado. Niño prodigio, se enseñó a sí mismo a tocar el piano y comenzó a componer desde la tierna infancia. A los 11 años entró en el conservatorio de París, en donde se destacó en todas las materias. Sin duda fue uno de los músicos más importantes del siglo pasado, sus composiciones revolucionaron el mundo de la música ya que rompió todas las barreras que existían en su época.

Se dice que es casi imposible confundir una obra de este compositor con la de cualquier otro compositor de occidente, porque su música parece estar fuera de la tradición musical de occidente, y desenvolverse en un mundo totalmente propio. Esto se debe tanto a los avances que él mismo hizo en el campo de la teoría musical, como a la utilización de elementos no ortodoxos para la época. Su búsqueda de nuevos sonidos lo llevó a la creación de nuevos instrumentos como el geófono, y a utilizar los instrumentos electrónicos que empezaban a aparecer en los años ’30 como el ondes Martenot. Creó nuevas escalas, a las cuales llamó “modos de transposición limitada”, ya que si se los transpone más de una vez se vuelve a obtener exactamente el mismo modo del que se partió (Ej: el primer modo consiste de las notas C, D, E, F#, G#, A#, C. Si trasponemos esta escala un semitono más arriba tendríamos C#, D#, F, G, A, B, C#. Ahora si repetimos nuevamente el procedimiento obtenemos D, E, F#, G#, A#, C, D, que si observamos con cuidado es exactamente el mismo modo del que partimos solo que en distinto orden). Las progresiones de estos modos escapan a la armonía normal de la música a la que estamos acostumbrados.

Su música suele ser ubicada dentro del “serialismo”, una técnica compositiva desarrollada principalmente por Arnold Schoenberg y que tuvo grán influencia en el joven compositor. Esta música no posee una tonalidad, no se puede decir que una composición esta por ejemplo en Mi, ya que carece de un centro tonal. No hay un tono sobre el cual la canción se desenvuelve y al cual las demás notas se subordinan, por lo que se la llama, dependiendo de cómo se lo vea, atonal (no existe un centro tonal) o pantonal (todas las notas son centros tonales en igual medida). En el serialismo se utiliza la escala cromática (escala de 12 notas, cada una por encima o por debajo de la anterior por medio tono, o para hacerlo mas gráfico, en un teclado absolutamente todas las teclas en una octava, ya sean blancas o negras). De estos 12 tonos se selecciona un cierto número los cuales son repetidos cíclicamente, cada uno ocupando únicamente el lugar que le pertenece, y sin poder ser repetido hasta que el ciclo es tocado en su totalidad, tan solo para comenzar desde el principio una vez más. El serialismo absoluto ocurre cuando no solo se utiliza esta técnica para el tono, sino también todas las demás partes de una obra, como el ritmo, volumen o duración. El género tuvo su época de gloria entre los años 30 y 40, siendo especialmente fructífera la escena alemana, ya que luego de que sea incluida en la lista de “Música degenerada” por el régimen de Hitler, fue adoptada por la resistencia como la bandera anti-nazi. En esta técnica compositiva Messiaen es considerado un percusor, habiendo compuesto la primera obra que utiliza el serialismo absoluto. En otro campo en el que sus innovaciones son admirables es en el del ritmo. Incorporó a su música influencias rítmicas de la antigua Grecia y de la India, y le gustaban especialmente los ritmos palindrómicos (ritmo que se obtiene el mismo resultados ya se lo lea normalmente o de atrás para adelante). La fascinación de Messiaen por las aves lo llevó a incluir trascripciones exactas de distintos cantos en sus obras, ya que consideraba que los pájaros eran los mejores músicos del mundo. Por último, es interesante destacar que Olivier tenía una leve forma de sinestesia, una condición en la que se superponen distintos sentidos ante un cierto estímulo. Existen muchos ejemplos de sinestesia, pero este hombre sufría de un tipo particular en el cual al escuchar o imaginar ciertos sonidos, su visión se modificaba totalmente, y comenzaba a verlo todo en diversos colores, que dependían exclusivamente del tipo de estímulo auditivo que estaba recibiendo. Esta característica influenció enormemente sus composiciones, llegando por momentos a escribir en sus partituras los colores que se supone representaba su música, para ayudar al ejecutante a tocar la música tal cual él se la imaginaba.

Quatuor pour la Fin du Temps

Esta obra fue compuesta en 1940, cuando Messiaen se encontraba como prisionero de guerra del ejército alemán. No tardó en notar que entre sus compañeros se encontraban un cellista, un violinista y un clarinetista, por lo que compuso una obra para poder tocar con ellos, tomando él mismo la posición de pianista. Una alineación muy extraña y muy pocas veces repetida en la historia de la música, pero hay que tener en cuenta que no había ningún otro músico a disposición.
La obra está inspirada en el Apocalipsis, para ser más específicos en un capítulo de la Biblia en donde se narra como un ángel desciende del cielo. Las circunstancias por las que vivía el compositor en esos momentos lo llevaron a un período de introspección y reflexión que culminó en esta obra y su lúgubre tópico. El título es tanto una alusión al Apocalipsis como una forma de expresar que Messiaen rompe con el tiempo de la forma en la que lo trataron hasta ese punto sus antecesores y contemporáneos, para introducir algo totalmente nuevo al mundo musical. La obra está dividida en ocho movimientos:

I. “Liturgie de cristal” – para el cuarteto completo
Messiaen sitúa a este movimiento entre las tres y las cuatro de la mañana. Se puede escuchar el despertar de un pájaro, interpretado por el clarinete. Posteriormente el violín también pasa a representar el canto de otra ave, y juntos tejen un amanecer lleno de vida. Por detrás se puede escuchar al cello repitiendo a lo largo de toda la obra el mismo patrón de 15 notas que se repiten una y otra vez. Estas quince notas están en realidad formadas por tan solo 5, las cuales se repiten 3 veces en el mismo orden pero con distintas duraciones para formar el conjunto de 15 notas. Aquí ya se puede apreciar la utilización del serialismo: un ciclo de 5 notas dentro de un ciclo de 15 duraciones, es decir que el tono y el ritmo son diagramados con la ayuda del serialismo. Cabe destacar también que este ritmo con el cual el cello ejecuta sus notas es palindrómico, es decir, es como un número capicúa. Por otra parte el piano también repite un ciclo pero de 29 acordes, pero esto es inapreciable, a diferencia del cello, el cual se nota muy fácilmente que sigue un patrón constante. Este acompañamiento tan particular fue elegido para representar la ausencia de tiempo, dando la sensación de que no existe ni principio ni final.

II. “Vocalise, pour l'Ange qui annonce la fin du Temps” – para el cuarteto completo
El movimiento está claramente dividido en tres partes. La primera parte es bien corta, y representa el descenso desde el cielo de un ángel, con un arco iris sobre su cabeza y vestido por las nubes, con su cara hecha por el sol y sus piernas como columnas de fuego, que pone un pié en la tierra y un pie en el océano, como se lo describe en la Biblia. Los acordes tocados por el piano representan el poder de este ángel colosal, mientras que el clarinete anuncia su llegada a las personas. El violín y el cello tocan al unísono durante casi toda la obra, representando a las personas cantando por la llegada de este ángel, como dice el título. En esta primera parte parecen correr y gritar histéricos, espantados por tan terrible imagen. Luego ocurre un corte, y la canción se transforma totalmente, se vuelve lenta y tranquila, como si tratara de trasmitir paz. Los acordes del piano parecen situarnos en el cielo, desde donde el cello y el violín nos hablan con sabiduría y compasión. Los acordes y las notas se repiten, por momentos pareciendo casi un eco de sí mismas, como si quisieran mostrarnos la eternidad de esta sensación, que escapa a toda medida del tiempo. Efectivamente este pasaje representa las melodías del cielo, y Messiaen nos dice que para él los acordes representan un cielo azul y naranja, como el atardecer (recordemos que sufría de sinestesia). De la misma manera con que termina la primera parte, empieza la tercera (palindromía nuevamente) con un cello, violín y clarinete que suman sus voces a un mismo clamor para que el piano toque una cascada de sonidos y luego volver a sus acordes agresivos. Esta tercera parte es simplemente una versión sintetizada de la primera, donde nuevamente se muestra al ángel en todo su poderío.

III. "Abîme des oiseaux" – para el clarinete
Acá Messiaen nos expone una situación de conflicto, un choque entre opuestos. Por un lado está el Abismo, que representa al Tiempo, triste y agotador. El clarinete parece estar cansado, melancólico, sin ganas de vivir. Hasta que es interrumpido por los Pájaros, que son el opuesto al Tiempo. Representan nuestras ganas de vivir, de cantar y de ser felices. Ellos son los que vienen a demostrarnos que el Abismo no es todo, que hay vida afuera y vale la pena vivirla, quizás un pensamiento recurrente del compositor encontrándose encerrado en un campo de prisioneros, donde reinaba el Abismo, pero a la vez sabiendo que tenía que soportarlo para poder volver a escuchar a sus amados pájaros cantando una vez más. Pero el pesimismo gana en este movimiento (al fin y al cabo es una obra sobre el Apocalipsis o no?) y hasta los Pájaros parecen ser sometidos por el abismo, sus cantos se tornan mas lentos y alargados, no tan llenos de vida. El tempo en el que está compuesta la obra es extremadamente lento, tan lento que es complicado de tocar hasta para los más eximios instrumentistas. Este es de “negra = 22”, para q se den una idea eso significa que cada negra dura casi 3 segundos. El propósito detrás de la elección de un tempo tan extremadamente lento es que el oyente pierda la sensación del tiempo. Las notas parecen no tener una duración específica, se proyectan eternamente en el tiempo, lo cual ayuda enormemente a generar esta sensación de cansancio absoluto.

IV. "Intermède" – para violín, cello y clarinete
El movimiento más independiente de la obra. Parecer servir de corte para el sentimiento relativamente monótono que gobernaba la obra hasta este punto, como prediciendo que la obra está por tomar un giro. Es un scherzo, que significa broma en italiano, y es un tipo de movimiento musical que se caracterizan por sonar graciosos y divertidos. Por momentos las tres voces se unen para conformar un único instrumento más poderoso. Luego el clarinete los abandona, tomando nuevamente el rol de pájaro, para unírseles otra vez cerca del final.

V. "Louange à l'Éternité de Jésus" – para cello y piano
Una frase infinitamente lenta en el cello entra en escena, seguida por unos acordes en el piano que dan una sensación de amor y comodidad. Posteriormente el movimiento se torna un poco más grotesco. Una verdadera adoración a la eternidad de Jesús, tanto el gentil como el poderoso.

VI. "Danse de la fureur, pour les sept trompettes" – para el cuarteto completo
Esta es una verdadera danza de la furia, y las siete trompetas hacen alusión a las seis trompetas que sonarán antes de cada gran catástrofe durante el Apocalipsis. La séptima y última trompeta sonará cuando se haya cumplido el designio secreto de Dios, marcando el fin del tiempo. Los cuatro instrumentos tocan al unísono durante toda la obra, como una única voz caótica y desenfrenada. Una frase comienza a escucharse en repetidas ocasiones, a la cual se le aplican algunas variaciones y suena entre estallidos de locura. La verdad que no conté si aparece siete veces pero me parece que sin duda esta frase representa el sonido de cada una de las trompetas. Al final se la escucha nuevamente, mas concisa y firme, como afirmando que realmente éste es el fin, seguida por un largo silencio. El fin del mundo ha llegado. Esta obra es la más característica en cuanto a ritmo, con una dosis enorme de complejidad.

VII. "Fouillis d'arcs-en-ciel, pour l'Ange qui annonce la fin du Temps" – para el cuarteto completo
Vuelve el ángel con todo su poderío, pero esta vez está acompañado del sonido de varios arco iris bailando y enroscándose. Este movimiento posee algunos pasajes muy parecidos al segundo. Messiaen se imagina la espada de fuego del gigante, la destrucción en la que todo está sumido, y lava de colores azul y naranja brotando de todos los rincones del planeta. El mundo se encuentra sumido en caos y destrucción.

VIII. "Louange à l'immortalité de Jésus" – para violín y piano
Una especie de contraparte al quinto movimiento, utilizando el violín como instrumento solista y focalizándose en un tema muy similar. El mundo ya ha desaparecido, no existen más ni el Tiempo ni los pájaros, así que solo queda Jesús para describir. Igualmente lento, este movimiento trata de centrarse en el Jesús como hombre. A medida que el tema avanza, la tensión va aumentando hasta que se hace prácticamente insostenible; éste es el ascenso del hombre hacia el cielo.

El debut de esta obra se dio en el año 1941, un año después de su composición, ante un público de 5,000 prisioneros y guardias.

Messiaen dijo años después: “Never was I listened to with such rapt attention and comprehension."

15 noviembre, 2009

Retrato de una semana musical, parte 2

La comunidad Amijai suele brindar recitales de primer nivel, siempre en busca de la excelencia en cuanto a la calidad tanto de los intérpretes como de las obras a presentar. En este mismo sentido, se realizó el miércoles 28 de octubre el primero de una serie de recitales que tienen como protagonista al Ensamble Instrumental de Buenos Aires. Esta recientemente creada agrupación nuclea a algunos de los solistas más reconocidos del ámbito local bajo una misma intención, ofrecer al público un variado repertorio de música de cámara con especial énfasis en obras poco tocadas. Se destacan entre sus filas Pablo Saraví, Primer Violín Concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y de la Camerata Bariloche; Kristine Bara quien también forma parte de la Filarmónica de Buenos Aires y de la Orquesta Estable del Teatro Colón; Myriam Santucci, egresada de Jiulliard y que ha participado como solista con las orquestas de prácticamente todos los estados de EE.UU.; y muchos otros músicos de renombre. En su conformación actual se cuentan 4 cuerdas, 5 vientos y piano.
Era de esperar que la crítica alabara la precisión del Ensamble en sus primeras presentaciones. Sin embargo también había otro denominador común a todo comentario sobre los recitales de esta agrupación, y era que le daban excesiva importancia a obras intrascendentes. En su afán por tocar música poco conocida, caían en interpretar obras que no poseían una esencia propia, y sus recitales perdían mucho del atractivo inicial. Curioso por comprobar esto por mi mismo, compré el abono para los tres recitales que iban a dar en el templo de la comunidad Amijai. El primero de ellos sonaba realmente prometedor, ya que constaría del quinteto La Trucha de Schubert, junto con La Historia del Soldado de Stravinsky. La perfecta combinación entre clasisismo y modernismo, esta configuración garantizaba agradar a todo oyente, con cierta tendencia a la diversidad sin descuidar de las obras clásicas e ineludibles.
¡Vaya sorpresa la que me llevé cuando llegué al templo y me di cuenta que habían cambiado el programa! El Schubert seguía ahí firme, pero ni rastros del Stravinsky. En su lugar, se encontraba un Quinteto Para Piano y Vientos (K. 452) de Mozart. Sorprendido y un tanto decepcionado me senté en mi butaca, lamentando haberme perdido de semejante obra. La Historia del Soldado es una obra teatral, musicalizada por Stravinsky, muy virtuosa en su ejecución, y que demuestra ampliamente la capacidad de hacer arreglos del compositor, entrando cada instrumento en el momento preciso y con la frase exacta. Escucharlo de un CD es un tanto tedioso, ya que la actuación y el baile se pierden, junto con todo el diálogo a menos que uno domine el francés a la perfección. Sin embargo verlo en vivo debe de ser toda una experiencia. Nada de eso importaba ya, lo único que restaba era esperar que el quinteto valiera la pena.
Y lamentablemente no lo valió. Esta no es más que una en un millón de las indiferenciables obras que Mozart hizo durante su vida, seguramente compuestas un poco a las apuradas para cumplir con el plazo del encargo, y luego olvidadas para siempre. No es más que un excelente ejemplo de lo que yo llamo la faceta esquemática de Mozart. En las palabras de Stravinsky, quien sólo hizo presencia esa noche en mi cabeza: “Vivaldi no hizo mas que escribir 500 veces el mismo concierto”. Obviamente al lado de la obra del compositor ruso, Vivaldi suena monótono y repetitivo. Si bien estoy de acuerdo con Stravinsky, algo de lo cual me di cuenta hará un año atrás cuando escuchando Las Cuatro Estaciones en el tren me percaté del hecho de que cada tema contiene un único motivo cíclico y sus variante; también creo que el hecho de escuchar 500 conciertos prácticamente iguales, y que cada uno te atrape y tensione como si fuese el primero, es quizás más meritorio aún que divagar detrás de un abanico musical interminable buscando una identidad propia que se presenta inconstante y difusa. Al margen de esta discusión, y extrapolando un poco esta afirmación, hay veces que llego a la conclusión que Mozart también caía en la redundancia artística. Si bien por un lado esto es lógico teniendo en cuenta el volumen de sus composiciones, por momentos tiene la sensación (y créanme yo la tuve esa noche) de que no era necesario componer esa obra. Realmente no hacía falta, no agregaba en nada, no iba a ningún lado. Esta obra en particular, se define como una recolección de distintas frases cortas, prácticamente puñaladas a los vientos, hilvanadas por un piano que sirve únicamente como matriz coherente. Los vientos no tienen ningún tipo de independencia, tocando el mismo motivo ya sea juntos o de a turnos. Esto reduce totalmente las posibilidades tímbricas que se podrían alcanzar si se tratara al oboe como oboe, al clarinete como clarinete, y lo mismo con el fagot y el corno, en vez de simplificar esta fórmula y linealizarla, meramente tratando a los vientos como vientos… y punto. Lo único interesante que resalto de esta carencia de lazos melódicos entre los instrumentos, es que cada uno puede ser fácilmente identificado, y la obra puede ser utilizada para enseñarle a los principiantes a reconocer el timbre del fagot, o del corno, que usualmente por falta de protagonismo son los más difíciles de distinguir utilizando solo el oído. Una especie de Pedro y el Lobo de vientos. Por otra parte los aportes del piano son por lejos los más interesantes, haciendo que un arroyo musical fluya entre los estancados charcos que intentan contribuir los demás instrumentos. Por momentos pareciera que el mismo Mozart está sentado al piano, improvisando la música con genialidad capricho, y que los vientos son algunos de sus amigos, menos dotados, que intentan acompañar la genialidad del maestro. A pesar de la poca expresividad que permite la obra, más allá de la elección no hay nada más que criticarle al Ensamble, cuya precisión a la hora de la ejecución es abrumadora, realmente de nivel internacional.
¿Y qué decir del quinteto de Schubert? Simplemente magnífico, como era de esperar. Una de mis obras de cámara favoritas del período romántico, La Trucha es una de las obras claves del compositor y un excelente punto de partida para todo aquel que quiera conocerlo. La gran presencia de mediantes (3era. nota de la escala) lo vuelve armónicamente muy rica, algo que hasta cierto punto pudo haber influenciado a compositores del romanticismo, período que explotaría al límite las posibilidades sensitivas otorgadas por las escalas mayores y menores. Sin embargo la música va aún más allá en el tiempo, y a través de sus cromatismos predice el advenimiento del modernismo. De esta forma Schubert se muestra a sí mismo en todo su esplendor.
Para hacer una breve conclusión, simplemente quería ratificar lo dicho por la crítica (por algo son críticos, no?). Una agrupación que sobresale por su habilidad, se torna gris por sus elecciones. Si su afán es tocar música novedosa, tranquilamente podrían basar sus elecciones en la obra y no en el “género”, ya que priorizan el formato raro por sobre la obra rara, cayendo en elecciones caprichosas. Si quisieran, podrían optar por tocar tríos o cuartetos de compositores poco representados en los escenarios, en vez de septimios y octetos de compositores muy repetidos. Y además, todavía me deben mi Stravinsky…

10 noviembre, 2009

Retrato de una semana musical, parte 1

El sábado 24 de Octubre se realizó en la Iglesia Metodista Central el 6to. concierto de la Academia Bach de Buenos Aires. Esta célebre institución se dedica al homenaje del eximio compositor Johann Sebastian Bach, lo cual va de la mano de la divulgación de aquellos músicos que han sido de influencia en su vida y su arte, o meramente contemporáneos suyos. De esta forma, la Academia Bach revive en nuestros tiempos toda la precisión y brillantez de la música barroca en general, alzándose como una verdadera puerta que nos transporta al pasado. En esta ocasión tuvimos el honor de presenciar un concierto de manos del GCC-Grupo de Canto Coral, liderado por el brillante director Néstor Adrenacci. Con la excelencia a la cual ya nos tienen acostumbrados, interpretaron obras de Carl Heinrich Graun y Felix Mendelssohn, ambos homenajeados en este año 2009, por cumplirse 250 años de la muerte del primero y 200 del nacimiento del segundo.
Graun fue un ávido compositor del período preclásico, alzándose como músico distinguido de la corte de Federico El Grande de Prusia, en donde se consagró como Kapellmeister. A su vez es considerado hoy en día como uno de los mayores compositores alemanes de ópera de su época. Lo más curioso es que sus obras se encuentran usualmente firmadas por un enigmático “Signore Graun”, lo cual suele generar mucha confusión, dado el hecho de que su hermano, Johann Gottlieb Graun, fue también un compositor muy célebre en su época. Para empeorar las cosas, ambos músicos eran parte de la corte de Federico. Es por esto que hoy en día se suele encontrar una misma obra atribuída a uno u otro de los hermanos, dependiendo de dónde se busque o a quién se le pregunte. De modo tal que el aniversario de la muerte de Carl Heinrich Graun se convierte en una especie de doble homenaje, ya que uno nunca puede estar del todo seguro del verdadero autor detrás de la obra que está tocando. En esta ocasión oímos tan sólo dos pequeños motetes, alegres y bellos, que demuestran con toda certeza por qué este músico se había ganado el puesto de Maestro de Coro de una de las mejores instituciones musicales de su época, como lo fue la corte de Prusia en el siglo XVIII.
Por otra parte, los ocho motetes de Felix Mendelssohn que fueron presentados demostraban una habilidad musical sin paralelo. Como dijo Goethe ya en el año 1821, en una conversación con el maestro del pequeño Felix: “...lo que su alumno ya ha logrado, presenta la misma relación con el Mozart de esa época, como la cultivada conversación de un hombre adulto lo hace con el balbuceo de un niño.” Mendelssohn parecía haber nacido con un dominio intrínseco y absoluto de la capacidad artística musical, y su vida representa un constante caminar hacia la madurez total. Nada más lejos de como veía Wagner las cosas, quien aseguraba que los judíos no eran capaces de hacer música, y que Mendelssohn había adquirido la capacidad de copiar la música de otros por haber nacido en un hogar adinerado y haber recibido una buena educación. El mismísimo legado que este músico judío nos ha dejado en tan solo 38 años de vida, no hace más que atestiguar la ceguera que el odio genera en una persona. En esta ocasión las obras seleccionadas demostraban la tendencia conservadora del compositor, muchas veces moviéndose dentro de las atmósferas barrocas del siglo anterior al suyo. No olvidemos que fue justamente Zelter, su profesor de composición, quien moldeó de esta forma sus gustos musicales. Tanto él como Sarah Levy, tía de Felix y alumna de W.F. Bach, fueron quienes guiaron a este joven músico a explorar los contrapuntos y la claridad tonal que se evidencian precisamente en estos motetes. Más allá de todo esto, estas piezas también demuestran una sólida fe cristiana. Basados en diversos salmos y capítulos de los evangelios, los textos de estas obras nos llevan a imaginar a un Mendelssohn con una verdadera relación con Dios y una madurez espiritual importante. A pesar de haber sido nieto del famoso filósofo Moisés Mendelssohn, miembro importante del Haskalah o Iluminismo judío, y considerado por muchos como un personaje tan importante como el Moisés bíblico, Felix fue criado en un ambiente Luterano. Esto se debió a que su padre, Abraham, resignó de la fe judía para adoptar el cristianismo, bautizándose él y toda su familia. Gracias a esto vemos como su hijo tenía, por lo menos a la hora de componer estas obras, una sincera relación con Cristo. La vida de Mendelssohn no es más que la historia del éxito de un personaje que luchó constantemente contra los prejuicios y la discriminación, para alzarse como uno de los mayores genios musicales de la historia. Constantemente fuera de lugar, siendo un judío cristiano y un romántico barroco, las contradicciones no hicieron más que brindarle una frescura única a su vida y obra. Como él mismo lo dijo, luego dar una presentación en la cual reestrenó la Pasión según San Mateo a casi 100 años de su última presentación: “Pensar que se necesitó (..) al hijo de un judío para revivir la más grande música cristiana para el mundo!”